2012
Al cuerpo biológico se superpone una capa negra que lo aísla, neutralizándolo. Un segundo cuerpo es la piel de malla blanca tatuada con los objetos que se moldean a la anatomía confundiéndose con ella. Esta proximidad sugiere una relación constitutiva, que nos recuerda el proceso de socialización primordial. Las bolsas, por el contrario, son elementos externos, escogidos conscientemente uno a uno. Tienen un peso específico y son cargadas con cierto esfuerzo, definiendo metafóricamente la posición y las acciones que es capaz de emprender la performer. Constituyen también su vehículo de comunicación con los demás: son aquella parte social de la identidad a la que ella debe recurrir para poder intercambiar. Son precisamente esos objetos (que reflejan aquellos tatuados en la piel), un tercer cuerpo desde donde ella interactúa en un intercambio que la obliga paulatinamente a entregar(se), a renunciar a parte de sí en aras de la experiencia
Mientras el mundo contemporáneo nos seduce con ilusiones de distancias que se disuelven y tiempos que se detienen al pulsar un botón, o textos e imágenes idénticas que podemos reproducir y compartir al infinito, la performance se nos ofrece como una oportunidad para estar presentes.